Dos hombres pelean por el último ramo de rosas
rojas. Hay docenas de otras flores alrededor, como puedes ver, ya que cada
quien está llevando ramos de diferentes colores y sabores. Pero como bien has
notado, estos dos hombres en particular parecen de la vieja escuela, y ninguno
de ellos aceptará llevarle a su amada nada menos que el ramo de rosas más
pomposo y cliché que pueda ser comprado. El florista ya ha amenazado con llamar
a la policía pero ninguno de los hombres ha podido lograr que el otro suelte el
ramo de rosas. Ahora incluso tienen público alrededor.
Uno de los dos hombres, llamémoslo el hombre zurdo
porque lo vemos usando su mano izquierda para sostener el ramo, lleva un rato
lanzando miradas nerviosas a su reloj. Esto no pasa desapercibido por el otro
hombre, quien por cierto, como se espera de la mayoría de las personas, estaba
sosteniendo el ramo con su mano derecha. Él sabe que es cuestión de tiempo para
que su enemigo se rinda y suelte las flores.
Una gota de sudor empieza a recorrer la frente del
hombre zurdo, se le está haciendo tarde. Su mano empieza a temblar
nerviosamente. Da un largo suspiro y deja ir las flores, aceptando su derrota.
El público que se ha formado alrededor de ellos aplaude, finalmente tienen un
ganador, ahora son libres para dedicarse a sus propios asuntos. El hombre que no
es el hombre zurdo grita en señal de victoria. Una vez más ha comprobado que
siempre obtiene lo que quiere.
Por otra parte, el primer hombre, el zurdo, entra
en pánico. Ha esperado demasiado. La florería está a punto de cerrar y aún no
tiene un ramo de flores. El florista se acerca con un ramo de lirios púrpuras
en la mano y le dice, muy apenado, que es el último ramo que queda el día de
hoy, si lo quiere. Se escucha la risa burlona del hombre que no es el hombre
zurdo mientras sale a la calle.
No importa, decide finalmente el hombre zurdo,
flores son flores. Paga con el único billete que lleva en su cartera y sale
corriendo de la tienda, sólo le quedan algunos minutos. Lo vemos llegar casi
sin aliento a casa de su amada, la abraza y la besa mientras le entrega las
flores. Feliz cumpleaños, le susurra en la oreja. Ella sonríe.
Casi al mismo tiempo, con menos prisas y todavía
con la sonrisa de triunfo en la cara, el hombre que no es el hombre zurdo llega
a casa. Feliz cumpleaños, le dice a su esposa, levantando en el aire su trofeo
de rosas rojas.
Ella se da la vuelta sosteniendo un
ramo de lirios púrpuras.
*** Versión Inglés ***
Red Roses.
Two men are in a fight over the last bouquet of
red roses. Clearly, there are dozens of other flowers around, as each person is
carrying flowers of different sizes and varieties. But you notice, these two
men in particular are from the old school, and neither would take his beloved
anything less than the most outrageous and trite bouquet of red roses that were
for sale.
The florist has threatened to call the police
and yet no man has been able to get the other to release the bouquet. By this
time they have observers, as many people as one can fit into a medium flower
shop in a medium sized city.
One man, let's call him the left-handed man
because he was using his left hand to hold the bouquet, has for a while been
casting nervous glances at his watch. This does not go unnoticed by the other
man, who by the way, as would be expected, was holding the bouquet with his
right hand. He knows it's a matter of time before the enemy surrenders and lets
go of the red roses.
A drop of sweat starts to run down the forehead
of the left-handed man. It's getting very late. His hand begins to shake
nervously. He then sighs and releases the flowers, accepting his defeat. The
crowd around them applauds; finally a winner. Now they are free to pursue their
own affairs. The man who is not the left-handed man, lets out a cry of victory.
Once again it has been proven that he always gets what he wants.
The first man, the left-handed one, is now panicking.
He waited too long. The flower shop is about to close and now he must buy the
first bouquet he can find. He approaches the counter. The florist has in his
hands a bouquet of purple lilies, and a face of shame, as he tells him that this
is the last bouquet remaining today. You can hear the mocking laughter of the
man who is not the left-handed man as he takes to the street.
It does not matter, decides the left-handed man
finally. Flowers are flowers. He pays with the sole bill that he carries and
runs out of the store. He has only a couple of minutes. Almost breathless, he
comes home to his beloved, hugs her and kisses her passionately while delivering
the flowers. Happy Birthday, he whispers in her ear. She smiles.
About the same time, less quickly and with a
smile of triumph on his face yet, the man who is not the left-handed man arrives
home.
Happy Birthday, he tells his wife while lifting
the red roses trophy.
She turns around holding a bouquet of purple lilies.